La villa de Santa María de Betancuria fue fundada en 1404, tras la conquista de Fuerteventura por los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle. Su localización, en un valle interior y fértil obedece a razones estratégicas, puesto que facilitaba la defensa en caso de incursiones externas, además de contar con salidas naturales a los puertos de la costa occidental de Fuerteventura.
Tras la pacificación de la isla los colonizadores se ocuparon de establecer instituciones de gobierno, que se consolidaron a lo largo del siglo XV, sobre todo a partir de 1418 cuando se instauró el modelo municipal castellano.
Los Señores de la isla, ausentes de ella la mayor parte del tiempo, establecieron su residencia en Betancuria, que se consolidó como cabeza del señorío y capital insular, donde el Cabildo y los cargos elegidos por los sucesivos Señores gobernaron en nombre de éstos durante varios siglos.
La capitalidad de Betancuria comenzó a ser cuestionada en el siglo XVIII, cuando otros núcleos poblacionales de la isla comenzaron a reivindicar la capitalidad. La aparición del cargo del coronel de las Milicias, de nombramiento regio, hizo que el poder efectivo se desplazara de Betancuria a La Oliva durante el siglo XVIII. Betancuria perdió la capitalidad definitivamente en 1834.
La villa de Santa María de Betancuria fue sede de las instituciones de gobierno civil y militar y además centro rector de la vida religiosa en Fuerteventura. Desde su fundación, y durante tres siglos, fue la parroquia matriz de la isla, contando con dos beneficios desde 1533, hasta que se crearon las parroquias sufragáneas de Pájara y La Oliva, en la primera década del siglo XVIII.
Además albergó instituciones eclesiásticas de carácter regional como la Vicaría Franciscana de Canarias creada en 1416, que convirtió a Betancuria en el foco de la obra misionera franciscana en Canarias hasta finales del siglo XV, recayendo esta tarea en los monjes franciscanos. En 1424 se creó el Obispado de Fuerteventura con sede en Betancuria y jurisdicción sobre todas las islas, excepto Lanzarote que contaba con el Obispado de San Marcial del Rubicón. Este obispado fue suprimido en 1430 y su único obispo fue fray Martín de las Casas.
Betancuria fue el segundo asentamiento fundado por los conquistadores normandos en el Archipiélago, aunque se considera la primera ciudad levantada en Canarias.
La villa de Santa María de Betancuria nunca tuvo un aspecto urbano semejante a al de otras ciudades que surgieron en Canarias en los siglos XV y XVI, caracterizándose por la ausencia de trama urbana y auténticas calles. Este urbanismo irregular, único entre las capitales canarias de la época, se puede contemplar en el trazado irregular de sus calles y en la disposición de las construcciones, que se adaptan a la orografía del valle en el que está situado el caserío.
En torno a la iglesia matriz se sitúan los edificios de arquitectura doméstica de mayores dimensiones, vinculados a las familias más importantes. Las casas de mayor interés en esta zona son de dos plantas y gran sencillez compositiva, con cubiertas de tejas a cuatro aguas y predominio de los balcones en las fachadas. El empleo de la madera en estos edificios, un elemento escaso en Fuerteventura, sirve como elemento diferenciador.
En la parte opuesta del barranco se localizan las edificaciones más antiguas, conservando algunos elementos formales del gótico, estilo que trajeron los normandos a Canarias. La homogeneidad, menor volumetría y predominio de una planta dan a las construcciones de esta zona un carácter más modesto que el que ofrece el núcleo situado en torno a la iglesia.
Todos estos elementos de la arquitectura doméstica, religiosa y militar (aún se puede apreciar parte del antiguo Cuartel de Milicias delante de la Casa del Beneficiado) son reflejo de la importancia que durante siglos tuvo la villa de Santa María de Betancuria como capital de la isla y villa señorial, además de marcar el inicio de la vida urbana en Canarias.
Fruto de la importancia de la presencia franciscana en Betancuria es el conjunto franciscano, que actualmente está compuesto por las ruinas de la iglesia conventual de San Buenaventura, las ruinas de las celdas de los monjes adosadas a la iglesia conventual y la ermita de San Diego.
En 1416 fue fundado el convento franciscano de Betancuria y ampliado posteriormente por Diego de Herrera tras la toma de posesión del Señorío en 1455, aunque lo que se conserva en la actualidad es fruto de la reconstrucción que se hace tras la invasión del arráez Xabán en 1593.
Cerca de la iglesia conventual se erige la ermita de San Diego de Alcalá, que se ubica en el solar donde se localiza la cueva en la que rezaba uno de los más ilustres moradores del convento franciscano, fray Diego de Alcalá, durante su estancia en la isla entre 1441 y 1449. La ermita presenta elementos góticos y renacentistas, mostrando una gran variedad y riqueza de elementos a pesar de sus pequeñas dimensiones.
Todos estos valores culturales determinaron su declaración como Conjunto Histórico en 1979.
Actualmente Betancuria cuenta con aproximadamente 188 vecinos, se desarrollan actividades tradicionales de carácter agrícola y ganadero y en el sector de servicios.
Río de Palmas es el nombre que dieron los conquistadores normandos a este lugar, por la gran cantidad de palmeras que presentaba este valle y los manantiales de agua presentes en la zona.
Fue uno de los primeros asentamientos en aparecer tras la fundación de Betancuria en 1404, vinculado a su carácter de zona fértil próxima a Betancuria.
Inicialmente se consideraba a Río de Palmas como parte del núcleo poblacional de Betancuria debido a que la gente que cultivaba en Río de Palmas vivía en Betancuria. En el inicio del siglo XVII aparece como un núcleo poblacional plenamente consolidado coincidiendo con el inicio de la decadencia de Betancuria, que comienza a perder población a favor de los núcleos poblacionales vinculados a las zonas productivas de la isla, manteniendo su carácter agrícola y ganadero hasta la actualidad.
La Vega de Río de Palmas consta de dos núcleos separados por el Barranco de Río Palmas. El primero se encuentra situado en la margen derecha del barranco, concentrando la mayor parte de la población y tierras de cultivo. Este núcleo, conocido como La Banda, es el más antiguo y contó con una ermita bajo la advocación de San Sebastián, de la que se existen noticias desde 1550 hasta 1959, fecha en que desapareció definitivamente.
El segundo núcleo, más moderno, aparece vinculado a la construcción de la ermita de la Virgen de la Peña, patrona de la isla. Se ubica en la margen izquierda del barranco y la mayoría de las edificaciones se encuentran alineadas alrededor de la ermita. Las primeras casas que se levantaron alrededor del santuario fueron las celdas de los romeros y datan de mediados del siglo XVIII, de las que se contabilizaban seis a finales del siglo XIX.
La importancia que adquirió Vega de Río Palmas en la vida insular viene dada por la aparición y devoción a la virgen de la Peña, patrona de la isla. La tradición popular ubica el lugar donde apareció la virgen de la Peña en el Barranco de las Peñitas, en la zona conocida como Malpaso. En el año 1497 ya existía en la zona un pequeño santuario al que acudían los devotos a venerarla. En 1586 ya se había trasladado la imagen a una ermita que se construyó en su honor en el pueblo de Vega de Río Palmas.
A esta ermita acuden en peregrinación todos los majoreros desde hace siglos, cada tercer sábado de Septiembre, a venerar a su patrona.
Vega de Río Palmas cuenta en la actualidad con 197 vecinos aproximadamente, que se ocupan en actividades agrícolas, ganaderas, artesanales y de servicios.
El “otro valle”, nombre con el que se conocía inicialmente el actual Valle de Santa Inés, fue probablemente el segundo asentamiento que se efectuó en Fuerteventura tras la fundación de Betancuria. Se sabe poco acerca de la evolución del primitivo asentamiento del “otro valle” en los siglos posteriores a la conquista normanda, pero a finales del siglo XVI, en 1580, se tienen noticias de la existencia de un santuario que albergaba las imágenes de Santa Inés y de San Bartolomé.
La presencia de este santuario indica que el “otro valle” ya era un asentamiento de cierta entidad. Dicho santuario fue reconstruido tras su destrucción por los berberiscos que invadieron la isla en 1593 y fue objeto de obras de mejora a lo largo de los siguientes siglos.
En el inicio del siglo XVII. Durante los siglos XVI y XVII, cada 21 de Enero, el Cabildo celebraba en la ermita de Santa Inés la elección de dos Regidores Diputados Cadañeros por sorteo, uno por la parte de Guise y el otro por la parte de Ayose, bandas en que se dividía la isla.
La función de esta institución, en cuya elección no intervenía el Señor Territorial, era la representación y defensa de los intereses de los pueblos en el Cabildo. Tras la creación del cargo de Coronel de Milicias, y la pérdida de influencia en las decisiones del Cabildo del Señor Territorial a favor del Coronel durante el siglo XVIII, la función de los Regidores Cadañeros se fue recortando paulatinamente hasta desaparecer debido a la influencia que ejercían los nuevos “dueños” de la isla, los Coroneles.
Valle de Santa Inés contó con ayuntamiento pedáneo desde finales del siglo XVIII, creado como consecuencia de las reformas administrativas de Carlos III. A su jurisdicción pertenecía el pueblo de Llanos de la Concepción hasta 1802.
Actualmente es el pueblo con más población joven del municipio. Tienen aproximadamente 330 habitantes, que se dedican fundamentalmente a actividades económicas del sector servicios, aunque también se desarrolla una actividad ganadera y agrícola, en muchos casos a tiempo parcial.